Pensar en público

Ciudad sobre ciudad compendia y resume a la perfección el proyecto filosófico de Eugenio Trías: la filosofía del límite. En este libro Trías pretende mostrar de forma global lo que en anteriores obras enfrentó separadamente. Lógica del límite desarrollaba una estética; La edad del espíritu, una filosofía de la religión y de la historia en función de lo que el autor denomina «la cita con lo sagrado»; La razón fronteriza se adentra en el ámbito de la teoría del conocimiento; Ética y condición humana exponía la naturaleza del ser del límite (el hombre) en su vertiente práctica y civicopolítica. Ahora se trata de articular estos cuatro barrios para construir la ciudad ideal, recuperando el proyecto platónico e su vertiente más innovadora. Sobre estos cuatro barrios se proyectan los conceptos fudamentales de la obra del autor: el ser del límite, la razón fronteriza y el suplemente simbólico. Con ellos, Trías ordena la ciudad y consigue dar perfecta coherencia al proyecto de una filosofía del límite, a la vez que desvela las interrelaciones entre los distintos ámbitos del pensamiento. Este proyecto entiende la filosofía no únicamente como un producto de la inteligencia sino como una emoción. Por tanto esa construcción vendrá marcada por tres emociones filosóficas fundamentales: el asombro, el vértigo y el amor.

En ocasión de la celebración del cuarto centenario de su nacimiento, escribí un artículo sobre Calderón de la Barca títulado Calderón, el maldito. Llamaba la atención en él sobre la situación algo postrada de este clásico de nuestras letras que nunca parece encontrar el tiempo oportuno para su verdadera recepción entre nosotros. La llamada de atención fue enseguida atendida, y fueron bastantes calderonianos convencidos que me escribieron o me alentaron a que prosiguiera mi personal campaña a favor de este príncipe de nuestras letras que, al modo del Segismundo de La vida es sueño, pasa constantemente de su carácter de príncipe reconocido a la de prisionero (prisionero en las fauces terribles del olvido y la incomprensión). Falta todavía un convencimiento público en relación a la posible vigencia y vitalidad de un teatro del que, casi de forma exclusiva, se han filtrado una docena de obras del cuerpo ingente que nos legó. Formo parte ya del pequeño club de amigos del dramaturgo, convencidos de que su lugar en el contexto de nuestra cultura, y de cualquier cultura, debería ser mucho más preeminente. O de que puede perfectamente competir en lides de Literatura Universal con lo mejor del teatro griego e isabelino.